En este artículo compilamos CUENTOS que recogen la milenaria sabiduría popular. Hoy estas historias se convierten en autenticas herramientas del Arte de Vivir.
Cuento nº2
Compartiendo la Luz / Compartim la Llum
(CAT)
Compartim la Llum
“…Alguns homes i dones s’havien quedat tancats per error a les fosques en una cova on no podien veure-hi gairebé res.
Al cap d’una estona, una nena que era amb ells va aconseguir encendre una petita teia, però la llum era tan pobre que encara no s’hi podia veure res.
Aleshores a la nena, se li va acudir que amb la seva llum podria ajudar a cada un dels altres a encendre la seva teia. I així compartint la flama amb tothom, la cova es va il·luminar.
“Aquesta història ens ensenya que la nostra llum segueix sent foscor si no la compartim.
I també ens diu que en compartir-la, la nostra llum no s’esvaeix, al contrari, creix.”
(CAST)
Compartiendo la Luz
“… Algunos hombres y mujeres se habían quedado encerrados por error a oscuras en una cueva donde no podían ver casi nada.
Al cabo de un rato, una niña que estaba con ellos logró encender una pequeña tea, pero la luz era tan pobre que todavía no se podía ver nada.
Entonces a la niña, se le ocurrió que con su luz podría ayudar a cada uno de los otros a encender su tea. Y así compartiendo la llama con todos, la cueva se iluminó.
“Esta historia nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos.
Y también nos dice que en compartirla, nuestra luz no se desvanece, al contrario, crece.”
Cuento nº1
El Anillo del Rey “Esto también pasará”
El Anillo del Rey “Esto también pasará”
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
– Quiero guardar oculto dentro mi anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación.
Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Los sábios pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
Pero un viejo sirviente del rey se acercé y le dijo:
-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje que necesitas.
–el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- mantenlo escondido en el anillo. Ábrelo sólo cuando verdaderamente lo necesites ,cuando todo lo demás haya fracasado.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían a caballo.
Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un profundo precipicio; lo mejor sería lanzarse al vacío y acabar con su vida para siempre.
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía “ESTO TAMBIÉN PASARA”.
Mientras leía “ESTO TAMBIÉN PASARA” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al viejo sirviente.
Aquellas palabras habían resultado milagrosas.
Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino.
Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes… y él se sentía triunfador y muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: -Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha –dijo el anciano-:
este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras.
No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “ESTO TAMBIÉN PASARA”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje.
Entonces el anciano le dijo:
-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes.
Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza.
Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.
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